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Bon voyage!

El viaje comienza con un caleidoscopio de colores que giran y bailan ante tus ojos, trascendiendo los límites de la percepción. El mundo familiar que conocías desaparece, y te encuentras inmerso en un reino de profundos conocimientos y asombro.

Mientras atraviesas este territorio no explorado de la mente, el velo de la realidad ordinaria se levanta, revelando la naturaleza interconectada de toda la existencia. Te vuelves consciente de la intrincada red de la existencia, donde todo está interconectado, y la ilusión de separación se disuelve. Experimentas una profunda sensación de unidad con la fábrica del universo; entiendes así que no eres un individuo aislado, si no una parte inseparable del universo.

A medida que viajas más lejos, podrás encontrar entidades que desafían descripciones convencionales. Estos seres, que parecen emanar de un lugar fuera del tiempo y el espacio, se comunican contigo de manera telepática, impartiendo sabiduría que trasciende el lenguaje. Te revelan profundas verdades sobre la naturaleza de la realidad, existencia y la propia consciencia. Conceptos que fueron alguna vez muy abstractos, se vuelven vívidamente claros. Así obtienes conocimientos que expanden tu entendimiento de la existencia más allá de los confines de la percepción ordinaria.

Ante todo, la noción de que el hombre (sic) tiene un cuerpo distinto de su alma, será abolida; esto lo haré imprimiendo según el método infernal de corrosivos que en el infierno son saludables y medicinales, haciendo desaparecer las superficies aparentes y descubriendo el infinito que tenían oculto. | El matrimonio del cielo y el infierno. William Blake.

Si las puertas de la percepción quedaran depuradas, todo se mostraría al hombre (sic) tal cual es: infinito. Pero el hombre (sic) se ha recluido para mirarlo todo desde su caverna. | El matrimonio del cielo y el infierno. William Blake.

El tiempo pierde su estructura lineal. Experimentas una sensación de atemporalidad, como si trascendieras las limitaciones de la existencia temporal. Eres testigo del nacimiento y muerte de las estrellas, los ciclos de vida y muerte, y el eterno baile de creación y destrucción que impregna el universo. Te das cuenta de que la existencia misma es una sinfonía cósmica, con cada momento jugando su parte única en la gran orquesta cósmica.

A medida que profundizas en los misterios del universo, empiezas a cuestionar la propia naturaleza de la realidad. Te das cuenta que la realidad, que una vez diste por sentado, no es más que un constructo de la mente, formado por la percepción y condicionado por normas sociales y creencias culturales. Ves la naturaleza ilusoria del ego, esa identidad autoconstruida a la que tanto te aferrabas. Así comprendes que no es más que una ilusión fugaz en el gran esquema de la existencia.

En este estado de consciencia, llegas a apreciar la belleza e interconexión de todas las cosas. Aprecias la inherente sabiduría del mundo natural, la perfecta armonía del cosmos, y las infinitas posibilidades de la existencia. Entiendes que la existencia misma es un profundo misterio, y que la persecución de la verdad y el entendimiento es un viaje inacabable.

Mientras el viaje llega a su fin, te llenas de una profunda sensación de asombro y gratitud por las revelaciones y perspectivas que te fueron dadas. Cambias por siempre debido a la experiencia, con un aprecio renovado por los profundos misterios de la existencia y el potencial ilimitado de la consciencia.

El viaje no fue solamente una experiencia alucinatoria, si no un profundo viaje filosófico hacia la naturaleza de la realidad, consciencia y existencia. Te deja con una profunda sensación de asombro, curiosidad, y reverencia por la interconectada red de existencia que une a todas las cosas en una danza cósmica de posibilidades infinitas.

Sólo hay un problema, y lo he olvidado.

Esta entrada está licenciada bajo CC BY 4.0 por el autor.
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